A veces me lo he preguntado. ¿Será que hacer joyería inspirada solo en el mar me cierra puertas? ¿Que solo va a conectar con quienes aman el océano tanto como yo?
Pero con el tiempo he ido entendiendo que no. O al menos, no si lo miro desde el lugar correcto.
No vendo el mar. Vendo una emoción, una historia, una forma de mirar el mundo. El mar es mi lenguaje, sí, pero lo que quiero transmitir va más allá de las olas o los corales. Quiero hablar de lo profundo, de lo misterioso, de lo sereno. De lo que se mueve con suavidad pero con fuerza. De lo que conecta con algo más grande, aunque no sepamos exactamente qué es.
Para mí, el mar no es un límite. Es un universo completo. Hay infinitas formas de explorarlo: criaturas, texturas, luces, sonidos, silencios. Pero también hay símbolos: la transformación, la nostalgia, lo escondido, lo cíclico, lo vivo. Cada joya que diseño nace desde ahí. Y aunque venga del mar, puede hablarle a cualquiera que haya sentido alguna vez esa emoción, esa fuerza interior.
No necesitas amar el océano para conectar con lo que hago. Solo necesitas abrirte a un pequeño mundo que se cuenta en plata, en piedra, en forma. Y quizás, sin darte cuenta, encuentres algo tuyo en una joya mía.
Catalina